Camarote


Misterios de Pájaros

De cuando Ernesto Cardenal y el zorzal hablaron de revolución

 Cuando Ernesto Cardenal habla, el zorzal del pino a  un costado de la galería en que conversamos, trina enloquecidamente. Cardenal habla de revolución y poesía. El zorzal gorjea tribulaciones de cuando el hombre olvida sus pájaros. Y se oyen los dos, uno a otro, en este enero caluroso de 2011 en la ciudad de Cosquín. Una respuesta como un disparo, un gorjeo. Como en plena revolución.



Foto Ana Bareiro
La expectativa por el encuentro con Ernesto Cardenal es prácticamente la misma que la de un imaginario encuentro con Fidel Castro o aún más, con Ernesto Che Guevara. Es decir, hablar de Latinoamérica con quienes han sido precisamente el pulso más exacto de la lucha por la construcción del continente, por los sueños de libertad e independencia a través de la confrontación armada, la tan poco deseada para algunos, Revolución. Para otros en cambio, esa Revolución era la que algún día nos podría ofrecer un sentido de pertenencia, la que nos devolvería al menos en parte los sueños rotos, la sangre de los castigados, aquello que intuitivamente sabíamos que nos estaban robando aunque no pudiéramos definir en términos precisos qué, y sin embargo nos dolía. Aquella Latinoamérica que leíamos pese a las prohibiciones, aquella que escuchábamos pese a la censura en la voz de Víctor Jara, en la Canción con Todos de Armando Tejada Gómez, en el Informe de la Situación de Víctor Heredia, o aquella a la que volvían todos los días –llegados ya los ochenta- los exiliados que nunca supimos en qué momento habían debido transformarse en desterrados para poner a salvo la nariz, las ganas de seguir adelante, el arte, o la música.


Ernesto Cardenal en este punto, es casi un Ave Fénix de nuestros propios sueños de Revolución. Es el que nos puede enseñar –porque esencialmente está Vivo- cómo se podría pensar hoy la Revolución, en caso de ser posible, en esta nueva América de ALCA y ALBA.

“En la poesía cabe todo” descubre a través de la norteamericana Ezra Pound, y eso mismo lo conversa con Mario Benedetti [1]. En Ernesto Cardenal también cabe todo.

Allí conviven el Ernesto Cardenal sacerdote, el Ernesto Cardenal Revolucionario, el Ernesto Cardenal poeta, y el Ernesto Cardenal hombre, capaz de lamentarse lejos de su Solentiname, ante nosotros y al borde de alguna lágrima, por el suicidio de uno de los integrantes de esa comunidad habitante de la isla.

Es difícil saber cuál de todos ellos florece a cada paso a medida que transcurre la charla, pero por necesaria obviedad, predominan el soñador, el poeta, y el revolucionario en medidas similares, simultáneas, porque evidentemente la Revolución es parte del sueño.

Foto SIlvia Majul
E. C. Se dice que los recuerdos empiezan a los cuatro años. A los cuatro años yo recitaba cosas inventadas, disparates, y a los seis años tenía unos versitos también disparate, y desde entonces soy poeta. Mi infancia fue muy feliz. Casi toda mi infancia es feliz. Casi toda digo, no toda, porque tenemos un amigo que tuvo una infancia sumamente triste, más bien siniestra, en un orfelinato  hasta el bachillerato, y era un poeta muy alegre aparentemente y ahora en este mes de enero, se ahorcó y es porque había sido atormentado (se quiebra) y frustrado desde que nació porque cuando nació se murió su madre y padre no tenía ya así fue su vida.

Digo yo que casi todas las infancias son felices. La mía fue en una ciudad, Granada, de Nicaragua, los primeros años y los siguientes de los 5  los 12 en la ciudad de León una ciudad también colonial con mucho ambiente histórico en la que también fui muy feliz sobre todo con aquel ambiente de historia. Algo que para mí era romántico y evocador esa vieja ciudad. Desde entonces también he estado siendo poeta.

Después a mitad de la vida tuve un cambio de vida, lo que se llama una conversión, un encuentro con Dios lo que me hizo entrar a un Monasterio Trapense en EEUU en Kentucky, donde fui muy feliz pero tuve que salir porque mi salud no era para esta orden tan estricta. Mi maestro de novicios o mentor me orientaba en la vida monástica el escritor místico Thomas Merton me aconsejó que no entrara en ninguna otra orden religiosa. Me decía que esas cosas ya eran bastante anacrónicas y que fundaras una pequeña comunidad en Nicaragua para llevar la vida contemplativa que yo había querido llevar en el monasterio y eso fue lo que hice en una isla de el lago de Nicaragua, en Solentiname. Ahí estuve hasta que la revolución me sacó de ahí porque nosotros también nos fuimos identificando con ella. Cuando triunfó la revolución fui nombrado Ministro de Cultura y lo fui durante todos esos años. Pero la revolución también se frustró por injerencia de los EEUU que hizo que perdiéramos unas elecciones y se perdió la revolución después de eso, no por ello. Eso hizo que perdieran la moral algunos dirigentes y empezaran a robar antes de entregar el poder al nuevo gobierno, y eso fue lo que verdaderamente terminó con la revolución.
Foto Silvia Majul

He escrito mis memorias en tres tomos. EL tercero de ellos habla sobre la Revolución, con el título LA REVOLUCION PERDIDA, porque ya no hay Revolución.


[1] Prólogo a sus Obras Completas editadas por patria Grande  Poesía Completa 1ª. Edición – Buenos Aires: Patria Grande 2007


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