Misterios
de Pájaros
De cuando Ernesto Cardenal y el zorzal hablaron de
revolución
Foto Ana Bareiro |
La expectativa por el encuentro con Ernesto Cardenal es prácticamente la
misma que la de un imaginario encuentro con Fidel Castro o aún más, con Ernesto
Che Guevara. Es decir, hablar de Latinoamérica con quienes han sido
precisamente el pulso más exacto de la lucha por la construcción del continente,
por los sueños de libertad e independencia a través de la confrontación armada,
la tan poco deseada para algunos, Revolución. Para otros en cambio, esa
Revolución era la que algún día nos podría ofrecer un sentido de pertenencia,
la que nos devolvería al menos en parte los sueños rotos, la sangre de los
castigados, aquello que intuitivamente sabíamos que nos estaban robando aunque
no pudiéramos definir en términos precisos qué, y sin embargo nos dolía.
Aquella Latinoamérica que leíamos pese a las prohibiciones, aquella que
escuchábamos pese a la censura en la voz de Víctor Jara, en la Canción con
Todos de Armando Tejada Gómez, en el Informe de la Situación de Víctor Heredia,
o aquella a la que volvían todos los días –llegados ya los ochenta- los exiliados
que nunca supimos en qué momento habían debido transformarse en desterrados
para poner a salvo la nariz, las ganas de seguir adelante, el arte, o la
música.
Ernesto
Cardenal en este punto, es casi un Ave Fénix de nuestros propios sueños de
Revolución. Es el que nos puede enseñar –porque esencialmente está Vivo- cómo
se podría pensar hoy la Revolución, en caso de ser posible, en esta nueva
América de ALCA y ALBA.
“En la
poesía cabe todo” descubre a través de la norteamericana Ezra Pound, y eso mismo lo conversa con
Mario Benedetti [1].
En Ernesto Cardenal también cabe todo.
Allí
conviven el Ernesto Cardenal sacerdote, el Ernesto Cardenal Revolucionario, el
Ernesto Cardenal poeta, y el Ernesto Cardenal hombre, capaz de lamentarse lejos
de su Solentiname, ante nosotros y al borde de alguna lágrima, por el suicidio
de uno de los integrantes de esa comunidad habitante de la isla.
Es
difícil saber cuál de todos ellos florece a cada paso a medida que transcurre
la charla, pero por necesaria obviedad, predominan el soñador, el poeta, y el
revolucionario en medidas similares, simultáneas, porque evidentemente la
Revolución es parte del sueño.
Foto SIlvia Majul |
E. C. Se dice que
los recuerdos empiezan a los cuatro años. A los cuatro años yo recitaba cosas
inventadas, disparates, y a los seis años tenía unos versitos también
disparate, y desde entonces soy poeta. Mi infancia fue muy feliz. Casi toda mi
infancia es feliz. Casi toda digo, no toda, porque tenemos un amigo que tuvo
una infancia sumamente triste, más bien siniestra, en un orfelinato hasta el bachillerato, y era un poeta muy
alegre aparentemente y ahora en este mes de enero, se ahorcó y es porque había
sido atormentado (se quiebra) y frustrado desde que nació porque cuando nació
se murió su madre y padre no tenía ya así fue su vida.
Digo yo que
casi todas las infancias son felices. La mía fue en una ciudad, Granada, de Nicaragua,
los primeros años y los siguientes de los 5
los 12 en la ciudad de León una ciudad también colonial con mucho
ambiente histórico en la que también fui muy feliz sobre todo con aquel
ambiente de historia. Algo que para mí era romántico y evocador esa vieja
ciudad. Desde entonces también he estado siendo poeta.
Después a
mitad de la vida tuve un cambio de vida, lo que se llama una conversión, un
encuentro con Dios lo que me hizo entrar a un Monasterio Trapense en EEUU en
Kentucky, donde fui muy feliz pero tuve que salir porque mi salud no era para
esta orden tan estricta. Mi maestro de novicios o mentor me orientaba en la
vida monástica el escritor místico Thomas Merton me aconsejó que no entrara en
ninguna otra orden religiosa. Me decía que esas cosas ya eran bastante
anacrónicas y que fundaras una pequeña comunidad en Nicaragua para llevar la
vida contemplativa que yo había querido llevar en el monasterio y eso fue lo
que hice en una isla de el lago de Nicaragua, en Solentiname. Ahí estuve hasta
que la revolución me sacó de ahí porque nosotros también nos fuimos
identificando con ella. Cuando triunfó la revolución fui nombrado Ministro de
Cultura y lo fui durante todos esos años. Pero la revolución también se frustró
por injerencia de los EEUU que hizo que perdiéramos unas elecciones y se perdió
la revolución después de eso, no por ello. Eso hizo que perdieran la moral
algunos dirigentes y empezaran a robar antes de entregar el poder al nuevo
gobierno, y eso fue lo que verdaderamente terminó con la revolución.
Foto Silvia Majul |
He escrito
mis memorias en tres tomos. EL tercero de ellos habla sobre la Revolución, con
el título LA REVOLUCION PERDIDA, porque ya no hay Revolución.
[1] Prólogo a sus
Obras Completas editadas por patria Grande
Poesía Completa 1ª. Edición – Buenos Aires: Patria Grande 2007
(Ver nota completa en Edición Impresa)